viernes, 11 de febrero de 2011

Una Esperanza, Una Ilusión.

Me resulta curiosa la errada idea del hombre (parece ajeno) con respecto al ciclo. Uno nace, vive, crece y muere. Sin embargo, y muchos lo saben, no es así. Es decir, uno nace para morir, sea como sea fallece. Es más, "muchos" sostienen que la cura para aquella muerte no se encontrará jamás. Otros afirman que la muerte es esa misma cura, así como el árbol tapa el bosque.

Todo “vive” con la única esperanza real, encontrarse con el “fin” de uno mismo. Es inconciente, pero es un hecho. Esa esperanza que en los momentos apreciados (no más preciados o preciados) parece estar tan lejos aunque realmente nos está poseyendo. Una esperanza que no “queremos” aceptar (suena ajeno) pero que es nuestra compañera atemporal. Esa esperanza que en los momentos odiosos nos recuerda el fulgor de mejores épocas con una tentación instintiva. Ésa es la esperanza real, la que nos hace “vivir” sabiendo que vamos a “morir”, a conocer el “fin”.


 También existe la ilusión, esa de la vida. Esa que creemos nuestra a todo momento pero que escapa a nuestras manos, a lo físico. Sentimos tenerla pero confunde. Esa ilusión que creemos conocer pero sólo creemos. Porque estamos vivos antes de nacer y entonces empezamos el período de muerte. Período de putrefacción y decadencia mortal. Somos mortales (muerte) y por ello estamos en continuo proceso de muerte. No vivimos sino antes de nacer y después de finalizar este proceso. Morimos todo el tiempo y empezamos a vivir a partir de ese "fin" (por ello esperanza).

La reversión curiosa viene de los sentidos que nos hacen sentir vivos pero que realmente es todo lo contrario. El cuerpo muere constantemente, el alma es la que vive y ésta es imperceptible. Por ello es que “creemos” vivir cuando realmente morimos. Por ello es que “creemos” “morir” cuando vamos a comenzar a vivir. Por ello el “fin” es la esperanza; a partir de ese “fin” es que comenzamos la vida.  Por ello la ilusión  (más bien desilusión) es la “vida”; esa que no conocemos pero creemos conocer, que escapa a nuestras manos pero pensamos como nuestra; aunque sea ajena al cuerpo.

F.S

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