lunes, 31 de enero de 2011

viernes, 28 de enero de 2011

Termo metálico.


Otra vez se llena el cilindro
de acero inoxidable.
Casi automáticamente
prendo la lámpara del escritorio
y cebo un mate.
Algo de música (nada con letra),
y otra vez los autos por la calle
callan mis propias voces - con bocinas -

Un perro ladra a la ventana,
el dueño protesta sueño
con un bostezo.
El perro ladra ahora a un árbol,
y el hombre se desvela
al tirar de la correa.
La calle se termina para
estos personajes.
Un perro y un hombre
se perdieron en la
oscuridad de la esquina.         Se oye un último ladrido
                                             - no se distingue a qué ladra -
termo

martes, 25 de enero de 2011

Perderse en el tiempo

Quería correr al tiempo, pero alguien
me había puesto los pies alrevés.
Quería vivir sin tiempo, y desaparecí,
y aparecí recién ayer,
pero hoy.

Mañana espero no leer esto,
hoy espero no haberlo escrito.
Para qué reflejarse en lo muerto
si la muerte no me llegó.

Recuerdo cuando vivía en lo vivo,
ahora vivo en recuerdos muertos
como si renacer fuera posible.

Si no siento lo que siento
exactamente ahora,
ojalá hoy sea mañana.

viernes, 21 de enero de 2011

Carta a una señorita en París. (Julio Cortázar) - fragmento

(...)Cuando siento que voy a vomitar un conejito me pongo dos dedos en la boca como una pinza abierta, y espero a sentir en la garganta la pelusa tibia que sube como una efervescencia de sal de frutas. Todo es veloz e higiénico, transcurre en un brevísimo instante. Saco los dedos de la boca, y en ellos traigo sujeto por las orejas a un conejito blanco. El conejito parece contento, es un conejito normal y perfecto, sólo que muy pequeño, pequeño como un conejito de chocolate pero blanco y enteramente un conejito. Me lo pongo en la palma de la mano, le alzo la pelusa con una caricia de los dedos, el conejito parece satisfecho de haber nacido y bulle y pega el hocico contra mi piel, moviéndolo con esa trituración silenciosa y cosquilleante del hocico de un conejo contra la piel de una mano.(...)

miércoles, 19 de enero de 2011

Cuando sea viejo no voy a querer que me den el asiento en el colectivo.

Hace mas o menos una semana volví a Buenos Aires con un brazo roto. En realidad no es nada, pero tengo que estar con eso que te lo sostiene (cabestrillo) durante un mes. Además, lo tengo puesto, pero no lo uso, es decir, lo dejo al costado y sigo tocando la guitarra o escribiendo en el blog.

Bueno el tema es que ayer tenía que ir a lo de un amigo, por lo que me tomé el colectivo. Al subir era todo normal: saludo al chofer, "uno veinte, por favor", y camino para el fondo. Cuando estaba ya a la altura de las puertas del medio, se asoma una cabeza desde el fondo con un grito, como llamándome.
Al principio miré para ver si era alguien conocido, pero no. Era una mujer de unos 50 años que se asomaba su mirada fijamente hacia mí. Intento descubrir si esos ojos eran dirigidos a otra persona, mirando alrededor mío, por si alguien le contestaba; pero, otra vez, no. Ahora era verdad, esa mujer trataba de comunicarse con migo. Volteo a observarla de nuevo. 
Descubro entonces que con las contorsiones, que en ese momento dibujaba la mujer mayor, deseaba "regalarme" su asiento. Desentendido, yo, desde la otra mitad del transporte le respondo que no lo quería. Estaba desconcertado: ¿por qué una mujer de su edad se había tomado la molestia de ofrecer su asiento?, ¿por qué a mí, un joven acostumbrado a viajar parado o sentado en la barra para discapacitados?. No lo entendía.
Pasado el momento incómodo, giro para agarrarme del caño (ya que iba parado). Entonces como por magia, se me revela la respuesta. Tenía el brazo colgando de un cabestrillo. Acostumbrado a mi padecer ni cuenta me había dado de que podía ser razón de viajar sentado en un transporte público. Sin embargo, no quería sentarme, mi problema no lo ameritaba, ya ni sentía dolor y podía mover mi brazo perfectamente; sólo no podía agarrarme de los caños con esa mano, pero tenía la otra por lo que no me molestaba.
Después de un tiempo, otra señora (un poco más joven que la otra, pero por lo menos diez años mayor que yo) me dice: "allá tenés un lugar vacío" - mientras señalaba un asiento en la primer fila -. También le digo que no lo necesito, le doy las gracias y continúo parado.
Al fin me bajo y voy a lo de mi amigo.
Pero la historia no terminaba. Tomé el mismo colectivo para volver a mi casa, ya un poco más de noche y el colectivo más lleno.Para acortarla, dos hombres también me pidieron que me siente en sus lugares durante el viaje. A ambos le respondí con una negación.

Ahora, no sé por qué, pero realmente me incomodó que me hallan ofrecido los asientos. Quizá porque eran personas mayores. Tal vez la idea de que sean mujeres quienes cedieran su comodidad por mí, aunque dos fueron varones. Por ahí no me gustaba hacer para a alguien sabiendo que yo no tenía inconvenientes para viajar parado.
Aún no encuentro la respuesta. Lo único que descubrí es que cuando sea viejo no voy a querer que me den el asiento, me va a incomodar, me voy a sentir molesto. Aunque voy a seguir ofreciendo el mío cuando viaje.

martes, 18 de enero de 2011

sábado, 15 de enero de 2011

Como el sobreviviente que vuelve de la guerra.

Ayer volví a Buenos Aires. Aunque estuve un poco desconectado de las noticias, una de mis hermanas pudo avisarme de la muerte de la cantautora, crítica política, escritora, y todos los roles que haya podido cumplir para/con los argentinos, la siempre recordada María Elena Walsh.
Sin embargo, no me creo capaz de escribirle un pésame, ni nada, ésto es más como una despedida pública. Y qué mejor para un adiós, que sus propias palabras (que, en mi opinión, muestran su dedicación, así como su amor, por la música y sus letras): “la poesía, como género, es algo que se ejerce en total libertad. De ideas, de forma, de sensaciones, de hermetismo. En cambio, una canción tiene que ser más sencilla, más directa. Por eso digo que me pareció maravilloso llevar ese oficio a la canción, un género menos complicado en cuanto a su carga de profundidad". (http://www.abc.com.py/nota/maria-elena-walsh-la-partida-de-manuelita/)

lunes, 3 de enero de 2011

Año nuevo, blog nuevo.

Hoy empecé un nuevo blog. La verdad no sé por qué lo hice, es más, tenía tan pocas ganas de empezar uno desde cero que copié el que tenía antes (quevengaloquehasido.blogspot.com).
Espero que este sea más popular que el otro... (sé que nada más lo va a ver alguna de mis hermana y, quizá, mi tía).
Bueno lo importante (o no tanto) es que tengo un nuevo blog, que nadie lo va a leer, pero por lo menos me saco las ganas que tenía de escribir uno.
Acá voy a subir cosas que escriba , aunque no sean dignas de entrar en sus ojos, porque me entretiene un poco tener algo de qué preocuparme. También algún pensamiento ilógico que se me ocurra (o robe, siempre avisando que así fue hecho), o cualquier cosa que quiera comentar.

Un pensamiento aislado que ayuda a graficar el por qué de este insignificante lugar de opniniones:

Algo cómodo.

No hay nada
como el sentimiento de poder escribir
cuando se tienen ganas.


Ahora ya no tengo más ganas de escribir, asique me desvanesco en este saludo.

"Todo lo sólido se desvanece en el aire" (robado)

Algo moderno.

Se termina el agua
frente al frío
de un monitor
caliente
      de usarse.
Suena el teclado
como una conversación
de messenger.
Por lo bajo,
y abajo,
mi vieja hablando
por alguno
de sus teléfonos (qué moderna).
Cuando mi hermana
salga del baño
dejo de escribir
- se termina el agua -