martes, 31 de enero de 2012

Creo, existe

No los conozco. Realmente dudo mucho que existan como si existe su amor. Quizás prefiero no conocerlos por envidia. Ideo su amor con mi imaginación pero no los creo a ellos aunque sé que algún día existirán porque seguramente algunos niños los inventarán nuevamente y les darán existencia como lo hace Dios con todas las cosas. Yo no los conozco por miedo probablemente y por miedo no existen (tantas veces pasa eso). Dar existencia a personas que se aman, calificándolos automáticamente como superiores por su capacidad de amarse brindando a otros la posibilidad de ser inferiores a ellos, como quien escribe e imagina en este instante. Es que para existir uno necesita ser conocido por alguien, uno no existe si no es en relación a otra persona que si existe. Por ello quizás exista un Dios como axioma. Ellos se aman, el amor los ama a los dos inexistentes y se miran a los ojos que no conozco pero que algún día alguien conocerá. Hay varias formas de ver. Uno puede ver a un pájaro existente comer, pero también puede observar como un pájaro existente come. El movimiento del pico, de sus alas, la libertad que no piensa tener porque no existe, sus ojos. Así también él observa los ojos de ella. Resuelve la mentira de que los ojos esconden algo en el pensamiento de que en realidad lo que hacen es desnudar todos los sentimientos. Mira sus lágrimas de mujer (que si existen porque las conozco), mira su sonrisa que se descubre en sus ojos haciéndolos más chicos y encuentra todo lo que dicen que esta escondido pero realmente no lo está. Los dos se aman, los dos se observan, los dos no existen pero si existe su amor y algún día existirán en la mente de alguien que los quiera conocer, que quiera conocer su amor y al amor mismo. Porque los niños conocen a los reyes magos y entonces existen, porque algún soñador va a confiar en el amor que existe cuando lea esta invención absurda y los va a soplar para que se animen a existir desde el barro de este papel y esta tinta.

Encerrado

Estoy yo encerrado de nuevo. Una vez más me encuentro atrapado en algún lugar. El lugar es verde y marrón como los ojos de varias personas que se detienen a mirar este lugar tan alto evadiéndome inconcientemente. Cierro los ojos y aún así siento el vértigo de toda una vida pasada. Abro los ojos y no puedo ver más que encierro. Son cuatro paredes hechas de vacío, parecen invisibles, pero yo las puedo sentir. Son barreras peores que simples ladrillos o barro. Es el precipicio. Incita a uno a saltar o a no moverse del lugar. No permite a uno ver hacia abajo por miedo, no permite a uno ver hacia arriba porque te lleva a la sensación de estar tan cerca del mismo cielo. Los costados no son opciones, nunca lo fueron ni lo serán. Prefiero el encierro de las cuatro paredes que dejan la ilusión de que hay algo más atrás, algo que nos pueda llegar a salvar. Barreras que nos dan la esperanza de que algo detrás de ellas nos busque, que algo de espacio nos dan. En el precipicio lo veo todo y todo suena a nada y a muerte. El aire se puede respirar por última vez o rezar, ¿y para qué rezar? Encerrado al aire libre, en la altura de los dioses de los que empiezo a desconfiar. Tan gigante, simples rocas que se juntan formando un claustro tan poco convencional. Tan gigante fue la vida que tuvo uno y la que tuviste. Tanto es lo que te extraño que ya voy para allá. Mirar para arriba y saltar para llegar al cielo, siempre antes tocando el áspero suelo con la fuerza del viento y del cuerpo que yacerá sin vida, pero con mi vida en nuestras manos.

lunes, 30 de enero de 2012

Mi Rincón

Camino en la arena y lo veo caminando a él. Es tan rara su mirada, es tan rara su persona, y la palabra "raro" no me gusta. Veo que sus ojos se pierden en los colores de los diferentes granos de arena e imagino que se le escapa una lágrima. Yo miro al cielo y se alejan las nubes, esas que lloran el estúpido cliché de la lluvia. Entonces me mira él y entiendo su percepción pero me pongo a pensar en otras cosas que nadie ve. Es que los dos caminamos un piso que alberga muertos de épocas olvidadas y aunque corra como lo hice, sigo condenado a esa muerte. Las nubes se siguen alejando de mi a una velocidad que nunca había visto en esa blancura tan pálida, y yo me achico en un rincón mientras él camina toda la playa, mientras él mira la arena y mientras, imagino yo, llora. Desde el rincón veo más gente que camina, miran adelante sin mirar y yo estoy tan feliz en mi rincón. Todos hacen lo mismo, todos son tan raros. Buscan en la inmensidad de la playa algo que quizás yo encontré en un simple rincón. Miro el mar y ellos no lo miran. Lo contemplo, pero no me animo a nadarlo por todas esas velas negras. No lo entiendo a él que camina, no los entiendo a ellos que caminan, todos iguales buscando algo en la eternidad. Lloro por ellos y también lloro por mi felicidad y me imagino que ellos lloran. Son tan raros ellos, todos iguales, yo ya encontré lo mío, ya te encontré rincón de la infinita playa.

domingo, 15 de enero de 2012

Abertura Total

Vivo, pero mi vida es un sueño. Es una odisea en la imaginación. No percibo nada, mis sentidos no captan los impulsos. Sin embargo, como de una manera mágica lo conozco todo: su olor, sonido, imagen, tacto; como si hubiera conocido una cara de la moneda, pero que al girar en el aire haya caído todo menos la figura impresa. Las vivencias son diferentes. No entiendo las publicidades; esas que venden productos prácticamente innecesarios con promesas tan falsas como la paz mundial. Yo no necesito de todo celular para conseguir esa felicidad completa, ni subir a ese edificio alto para llegar al cielo. Creo que el mundo es una intuición de algo ya vivido, recordar esos sentimientos que a uno lo rozan, pero no llegan a abrazarlo. Se trata de una inteligencia, de ideas de experimentación anterior. No se trata de un mamífero de 4 patas que ladra sino de un perro como perro. No se trata tampoco de ese cuerpo que camina incesante y nervioso, sino de mi cuerpo como propio pero ajeno. Es que debo confesarlo, veo a mi cuerpo alejado, aunque siga formando parte de mi esencia. No estoy conforme con esto, creo que lo llaman desolación. Quizás sea tiempo de reencontrarnos. Salir a la calle, comprarme todo celular, subir a aquel rascacielos de la calle Corrientes y sentir el vigor del viento en mi cara. Percibir a la vida y volver a separarme, con la completa felicidad. 

El Ciego

Miré a un ciego mirar en el norte. Es que en realidad (¿cuál será la realidad?), aunque no lo sepamos, ellos tienen más ventaja que los que pensamos verlo todo. Nosotros supuestamente conocemos la realidad porque la vemos, pero eso realmente nos limita. Lo que no vemos no es realidad, no forma parte del todo porque no lo conocemos. El ciego puede inventar colores propios y de hecho lo estaba haciendo aquel en el norte. Conservaba la ilusión de conocer otros colores cuando esa ceguera terminara. Tenía una esperanza de otra visión, de otra forma de ver, una ilusión que el que “lo ve todo” no tiene. Una esperanza como la de terminar la vida y encontrarse con eternidad; con algo totalmente diferente. Es que el ciego no lo conoce todo al igual que el vidente, pero a diferencia, el primero es conciente de esto y su conciencia lo hace esperanzarse con algo más. Porque sabe que hay cosas que no ve, pero que existen. Porque esa es la esperanza del ciego, no conocer algo que existe, no conocer algo que puede existir. Al fin y al cabo, el ciego ve más allá, y no hace falta decir que no lo hace con "los ojos del corazón" (como algún profesor de catequesis de la primaria pudiera llegar a decir), sino con los ojos del alma y de la ilusión. Con ojos que existen y que sólo los ciegos y los soñadores llegan a desarrollar.

Extractos de escritos

Me resulta extraño extrañarte tanto. Casi que me exacerba sentir desde mis entrañas que soy un extranjero en mi propio país. Sentir que mis sentimientos deberían ser extraditados para poder extraer de ellos algo más entrañable. Escarbar dentro de mi para darme cuenta que el excremento no sirve y tener que esconderlo cuando realmente quiero exteriorizarlo. Es que todo es tan extraño, es que toda y tanto te extraño. Esperarte y estar expectante cada segundo que pasa, espiándome para poder espiarte. Es que encuentro en todo una excusa para acordarme de vos y seguir extrañándote desde cerca, desde lejos, desde siempre.