domingo, 15 de enero de 2012

El Ciego

Miré a un ciego mirar en el norte. Es que en realidad (¿cuál será la realidad?), aunque no lo sepamos, ellos tienen más ventaja que los que pensamos verlo todo. Nosotros supuestamente conocemos la realidad porque la vemos, pero eso realmente nos limita. Lo que no vemos no es realidad, no forma parte del todo porque no lo conocemos. El ciego puede inventar colores propios y de hecho lo estaba haciendo aquel en el norte. Conservaba la ilusión de conocer otros colores cuando esa ceguera terminara. Tenía una esperanza de otra visión, de otra forma de ver, una ilusión que el que “lo ve todo” no tiene. Una esperanza como la de terminar la vida y encontrarse con eternidad; con algo totalmente diferente. Es que el ciego no lo conoce todo al igual que el vidente, pero a diferencia, el primero es conciente de esto y su conciencia lo hace esperanzarse con algo más. Porque sabe que hay cosas que no ve, pero que existen. Porque esa es la esperanza del ciego, no conocer algo que existe, no conocer algo que puede existir. Al fin y al cabo, el ciego ve más allá, y no hace falta decir que no lo hace con "los ojos del corazón" (como algún profesor de catequesis de la primaria pudiera llegar a decir), sino con los ojos del alma y de la ilusión. Con ojos que existen y que sólo los ciegos y los soñadores llegan a desarrollar.

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