sábado, 21 de enero de 2017

La razón

Somos seres en constante escape, un punto de fuga que se proyecta. Protegiéndonos, evitándonos, racionalizándonos, racionalizando. Enmascarando con argumentos lo verdadero, como siempre y como podemos. La apariencia que sostiene lo aparentado y a la vez lo crea. La razón como defensa ante un inconsciente que nos invade. Lo inentendible, lo inexplicable, amenazando nuestras palabras que siempre son menos, que nunca bastan y siempre son excedidas. El deseo que nos mueve... nos acerca y nos aleja. Y sin embargo, nadie dice nada nuevo, son las mismas palabras en otro orden. La razón: esa perra, ese cementerio. La fenomenología: ese sol extraño, indispensable, caluroso, pero inalcanzable e intocable. Esa objetividad que nos alumbra pero no podemos ver porque encandila, enceguece. Las palabras, nuestros anteojos polarizados, nuestra única forma de acercarnos, pero nuestro escape a la vez. Somos un punto de fuga, proyecciones de palabras bajo un sol que quema y abriga. Somos razón que cree buscar acercarnos pero nos aleja de esa quemazón. Somos huida paradójica de lo que nos empuja.

Abrazo de mujer

A decir verdad sólo necesito un abrazo de mujer. Nada de lo que me dan, sólo un abrazo. Ni palabras ni un beso, sólo un abrazo. Nada de sexo ni de promesas o esperanzas, un abrazo nada más. No necesito la compañía ni la verdad, sólo un abrazo me confortaría. Esas caricias que me erizan la piel y tanto me gustan no son suficientes como el abrazo que reclamo y necesito. Ni siquiera el amor o el cariño propio del abrazo es necesario, solamente con el abrazo podré yo imaginarlo, inventarlo, crearlo. Y es que uno está así, tan solo; y entonces uno sólo quiere un abrazo. Lo quiero, lo necesito, el abrazo de mujer. Quiero silencio y unos brazos donde quebrarme, nada más. Encogerme y refugiarme de una vez en un abrazo. Llorar, estar debajo de la cabeza de una mujer, sentir los brazos que me rodean y me aprietan con más fuerza de la que yo tengo ahora, sentirme débil pero protegido, abrazado... sentirme abrazado. No es que no encuentre otras palabras, es que sólo quiero sentirme abrazado, nada más. Rendirme lacrimoso, hecho una piltrafa, ante los brazos de una mujer. Caer rendido en un abrazo de mujer.

miércoles, 18 de enero de 2017

La angustia y La Gracia

La Angustia:

La angustia del infinito, de estar perdido, desencajado en el tiempo, en el espacio. La angustia que es invasora diferente a la tristeza que se desarrolla y se piensa. La angustia por la cantidad de libros que existen y no vamos a llegar a leer (ni escuchar hablar de ellos). La angustia por toda esa música que suena pero nunca va a sonar en nuestros oídos, penetrar en nuestros cerebros. La angustia del amor no correspondido (¿alguna vez es correspondido?). La angustia de la casa demasiado grande para una sola persona. De las persianas bajas y los espacios vacíos. La angustia del tiempo finito de nuestra existencia. La angustia de la esperanza, de la espera de algo mejor aún cuando ya estamos bien. De la espera de la frase que nos dé todas las respuestas a pesar de sentir que ya las tenemos casi todas. La angustia del signo de pregunta, de lo incontestable. ¿Esperanza? Búsqueda activa. La angustia de una búsqueda que nunca llega al encuentro ideal. La angustia del deseo: imposible, insatisfecho, inabarcable, inalcanzable; siempre "in". La angustia de no poder conocer todas las subjetividades ni que todos conozcan la "propia". La angustia de no caminar todos los paisajes, todos los rincones del planeta, del universo. De nunca estar completamente nutrido de cultura, de la falta constitucional, de la ausencia eterna que somos. La angustia de la ambición, del todo, de la total inmensidad que nos apabulla, de nuestra falta de completud. La angustia que invade y nos desmorona. La angustia que nos toca el cuerpo y absorbe imperceptiblemente las energías. La angustia que nos pesa. La angustia que nos mueve.

La Gracia:

La gracia de los momentos únicos e irrepetibles. La gracia de un tiempo y un espacio infinito... de la posibilidad, de la potencia. La gracia de sumergirse en un relato abstrayéndose del resto, estando en un medio diferente al anterior. La gracia de ir encontrándonos una vez y otra vez y siempre diferentes. La gracia de la música que nos acompaña y nos mueve. De ese artista que te llega como ninguno. La gracia de esa casa enorme llena de música. De cantar y recorrer cada rincón de esa casa solo para nosotros. La gracia de saber que siempre hay más. De llorar y después reír, de reír para no llorar, de reír, de llorar de risa, de lágrimas y risas y risas y lágrimas, ¿y el orden que más da? La gracia de la mirada cómplice, del entendimiento ilusorio con alguien. De ser lo que nadie es para otro y que alguien sea lo que nadie es para vos. La gracia de no conocer para poder conocer. Del "no" y trabajar para lograr el "si" y de la viceversa. De la derrota que puede ser triunfo. La gracia del deseo que siempre se construye y construimos. La gracia del deseo que nos construye. La gracia de que todavía hay por descubrir, de que no todo está descubierto. La gracia de la inmensidad, de lo incompleto, de lo insatisfecho, de lo imposible. La gracia del movimiento continuo, sin ningún sentido más que el moverse en sí mismo. La gracia de ser faltantes, de ser ausencias para llenar, para ir y venir a gusto. La gracia de no ser todo, de apenas ser algo y poder ser más. La gracia de la esperanza, de la incertidumbre desarraigada e impensada. La gracia de la ambición, de buscar la completud inalcanzable, pero siempre buscar. La gracia que nos empapa y entonces también nos pesa. La gracia que nos mueve.