jueves, 3 de febrero de 2011

Muy lejos.

Día 1
   
Simplemente debo anotarlo en algún lado.

Inalcanzable. En un pie al diablo, en el otro a mi Dios. Nada le interesa. Egoísmo encantador. Deja de lado al mundo y cada segundo parece no agotarse. Me vislumbró. Me penetró la luz que la rodeaba. Alba en sus ojos, excelencia en su cuerpo y poseedora de una atracción hipnótica, pero rotundamente inalcanzable. Sólo pensar en su pelo me hace pensar en su totalidad tan perfectamente seductora. Fatalmente inalcanzable.




            Día 2
   
    Todavía recuerdo ese perfume. Exuberante olor a Rosa. Belleza Americana. Entonces existió aquel altercado entre mi corazón y el destino. Sólo volver a verla, para no animarme a hablarle; para que todo siga igual. Volver a verla para olvidarme del todo y poner la atención en su paso sigiloso de Diablo y Dios. Ese paso que zapatea mi cabeza con temor y coraje. Ese paso que hace el ruido de una insoportable culpa pero que me recuerda que el tiempo existe. Nunca podría describirla, sólo era ella. Parecía pintada o más bien idealizada. Por eso era inalcanzable. Por eso no me animo a hablarle. Simplemente por temor a su superioridad. Sentí calor hasta que se fue de mi vista sin saludarme.


            Día 3

    Resulta temprano para acordarme de ella aunque ya lo hice. Es inevitable. Un recuerdo que empieza cuando la veo y finaliza cuando vuelvo a verla. Nada más verla. Verla y nada más. Poderosos sus ojos que me paralizan. Sus labios carnosos, dignos de una actriz hollywoodense, hacen juego con cualquier parte de su cuerpo. Simetría perfecta. Debe haber sido hecha para mí (por lo menos eso quiero creer). También la sueño. La sueño despierto y con su pura realidad. Pelo extremadamente suave y liso tan excelente como su nariz estrecha. Sus ojos miran al protagonista del paisaje onírico hasta terminar muriendo por pasión. Romanticismo puro y de su merecimiento. Saldré a la calle, quizás siga en su turno en el Bar.

    No estaba. El mundo es tan grande sin ella. Mi vecino me invitó a tomar un café. Hablamos de nuestras vidas y de la de los demás. Le conté todo. Hernán me dijo que nunca la había visto evadiendo mis ojos en aquel lapso como ocultando algo. Me pareció extraño y curioso. ¿Cómo podría no haberla visto? No dudo que sea una tramoya para quedársela, pero no le insistí en el tema.


        Día 4

    Volví a verla. Estoy seguro que me cruzó la mirada. Me bajó la presión en ese instante y desperté en la cama de Hernán. Me dijo que había tenido un inofensivo desmayo. “Tenes que dejarlo.” Mis sospechas se acentuaron paulatinamente. No debo perder más tiempo, tengo que actuar. Su paso del Diablo y su paso de Dios, los dos siguen martillando mi cerebro. Ya no sé si mañana será tarde ni si todo esto será ese destino con el que juega mi corazón o tal vez un motivo de arrepentimiento a causa de una culpa tortuosa que me aniquilará en algún futuro. No queda tiempo. Ella me impacta y él quiere impedirlo. Ella me llama, sus ojos tienen fuego, su pelo es tan liso, su cuerpo es tan perfecto. Transforma mis deseos en uno y les da esperanza con el calor de su altanería. Dudaba si el sol que nos iluminaba era el mismo.


        Día 5

    Nuevamente. Estaba atendiendo, su trabajo. Estaba con él. A Hernán se le derretía la lengua y empezaba a verlo borroso. Desaparecía lentamente como todos, menos ella. Tiene 24 años, 12 menos que yo. Me animé a hablarle sin importar la presencia masculina que no sentía pero que sabía que estaba. Tiene el nombre de los Ángeles del cielo y el apellido del mismo diablo, Medina. Mi cabeza se volvió loca. No controlaba el silencio y las palabras escapaban. Es normal: temores, curiosidades, valores, Diablo y Dios, todo lo tiene. Siempre pensé en ella cómo 2 mujeres distintas y antagónicas, dividiendo la perfección y los errores. Volví a pensar en lo inalcanzable, en Hernán, en Ángeles, en la botella y sentí que sería la última vez. Escuchaba la voz de mi enemigo pero no lo lograba divisar. “Te hace mal, por eso no quiero que estés con ella” Exploté de ira. Ella no era inalcanzable y yo la quería. Mi amor se derramó con la cerveza de la botella y el vidrio cortó la situación. Me desvanecí escuchando esa voz que tanto quiero. Aullaba desesperada: “¿¡Que hiciste!?”


        Algún Día después del 5.

    En el juicio su mirada no me gustó. Su hipnosis era terrorífica y penetraba en mi alma. Yo ya lo dejé, pero dejó secuelas. Todo era en vano, no me creía. Supongo que no me creía ya que nunca le hablé desde aquel día. Por lo menos se que es alcanzable. Restan algunos días más, mientras tanto debo prolongar el juicio para crear una excusa y seguir admirándola de lejos, como quien observa un cuadro. Ese juicio, mi purgatorio entre el cielo y el infierno, entre estar encerrado y estar afuera para buscarla y así amarla. No me concentré en todo el día. Mi abogado me vio perdido y era su voz aguda que me llevaba a no pensar, o a pensarlo todo a la vez. Me di cuenta de tantas cosas escuchándola. Había escuchado en algún otro lugar que la libertad consiste en la relación con uno mismo, pero todo lo es ella y no me importa nadie más. Terminó el juicio y salí para anticiparme a su paso divino, a su paso infernal mas creo que se fue agitando sus alas por el aire.


        Último día quizá.

    Quizá no escriba más, quizá no la vea más, quizá nadie lea esto. Empiezo a cobrar importancia en mi historia ya que si yo no soy libre, ella es libre de mi mirada esclavizadora. Recuerdo que me dijo: “Él te quería ayudar y vos lo mataste. Yo te quería” Es lo único que llegué a captar porque no estaba atento a sus palabras, sino a su ser. Voy al juicio, quizá todo se resuelva, quizá no escriba más, quizá yo no sea libre y ella si.

    Lo escuché, ella lloró (parecía de felicidad pero me hubiera gustado que la angustia la abrumase en ese instante) “Nahuel Álvarez, queda sentenciado a cumplir 25 años de arresto, como cadena perpetua, en la prisión de Ezeiza por el homicidio de Hernán Medina” 

        Muchos días después.

    Pasó mucho tiempo desde ese día. Accidente por el amor a la botella y su feminidad. Sólo me queda escribir para soportar la culpa que oprime a mi alma y alejar ese paso diabólico de mi cabeza. Olvidar ese apellido del inframundo que los hacía hermanos, esa botella que rompió su cabeza y el rostro que aún me tiene cautivado y que, a pesar de la distancia, aparece en mis sueños. Ella no me visita pero él si lo hace. Ella esta viva y su hermano muerto. Para mí quedó lo peor. La pelea de seguir un destino incierto pero atroz. Sobrevivir a la cárcel en la que vive mi corazón, aunque quiera fallecer. La botella se fue, Ángeles nunca vino y Hernán nunca volverá. Una voz retumba…“Es buen hombre, pero la bebida lo domina, te va a hacer sufrir y no quiero eso para vos.”
    Ángeles Medina es inalcanzable.



F.S

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