miércoles, 14 de diciembre de 2011

Descuido

Cuando camino pienso en todo y como negarle ese espacio a la flor que pisé hoy a la mañana, en ese parque tan lleno de palomas y guitarras. Es que me descuidé y la pisé. No es un simple descuido, es un ciclo de descuidos. Yo me descuido y piso una flor, la flor muere descuidando una posibilidad de regalo para una pareja de enamorados, que a la vez se descuida de pisar otra flor en la misma plaza que yo camino. Enamorados descuidados, unidos por completa complementación. Complementación que trae consigo una contradicción, porque no es más que ello, porque si se contradicen se complementan. Empecemos por este caso, una flor que muere no es más que una pareja que vive; o un día que para ser un día necesita del sol y de la oscuridad de la noche. Pero también dentro de la complementación, y por ende de la contradicción, nace la imposibilidad que empieza a tomar partida por ser más posible que creer que lo que uno imagina existe en el fondo de algún mar. Esa imposibilidad, esa complementación, esa contradicción que nace de que uno sepa que lo ama y el otro no, de que uno quiera más y el otro no, de que uno pise la flor y el otro no, de que uno pida y el otro de, de que quiera guerra y el otro paz, de que para uno el otro es menos y para el otro más. La contradicción hace a la imposibilidad, pero al traer la posibilidad de la complementación surge la esperanza de complementarnos. Sin embargo, noto que nacen otros descuidos, pero me tienen sin cuidado ahora, porque ahora vuelvo a la plaza para seguir pensando en esas parejas que pisan flores, en esa complementación entre todos ellos, en esas contradicciones que parecen separarnos pero que pueden unirnos en esa imposibilidad tan llena de posibilidades, y entonces arrancar esa flor para que nunca más sea descuidada, para cortar un ciclo y volver a empezar. Regalártela y volver a empezar, esta vez sin descuidarte, complementándonos.

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