Que al caminar te miren todos los ojos que pasean. Todas las personas te ven con un solo ojo de cíclope mientras cierran el izquierdo. Te sentís diferente y te sentís observado, pero te divierte y hasta te reís. Lloras alguna lágrima de felicidad en forma de canción. Te miran más todavía y te divertís más todavía. También está el sol que te mira redondo como un ojo, y si no es el sol es la luna de la noche. Seguís con los ojos bien abiertos y sonreís, siempre diferente a todos, siempre diferente a ellos. Entonces empezás a pensar en esa diferencia que te hace único aunque no mejor, quizás hasta todo lo contrario. Buscas en lo profundo y entonces las lágrimas no son más de felicidad, las canciones son baladas tristes y los ojos los tenés más cerrados que nadie. Te das cuenta que las miradas son de desprecio, que les cuesta verte con los dos ojos porque algo anda mal y la diversión es simple depresión. Todo se transforma cuando ves en tus problemas y te acordás de que esos eran ojos y no miradas, de que eran cíclopes y no personas, de que era oscuridad y no el sol, de que era muerte y no vida. Te preguntás todo de nuevo, causa de esa inseguridad. El pozo es más hondo y más oscuro, tanto que no sabés por donde entraste y por lo tanto por dónde salir. Los cíclopes se rien de vos, de todos tus problemas y tu familia no está.
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