viernes, 13 de febrero de 2015

Los colectivos y las ideas.

    Recuerdo, en mi juventud, haber imaginado cómo sería ver desde los ojos de otra persona; y, posteriormente, intuir que ese solo acto era imposible, que debía también sentir lo que aquella persona tocaba, oir lo que escuchaba, etcétera. Pero lo más importante, para ver lo que ella veía, tenía que conocer todo su pasado, recordar toda su vida; y olvidarme de la mía.
   
    Aquel inocente niño había descubierto, sin saberlo, que el mundo es sólamente lo que percibimos de él (ésta idea que ahora parece tan simple me maravillaba; sin notarlo, sin razón aparente en mí, en los viajes de regreso de la primaria). Sin embargo, lo fatal de esa idea la vislumbro ahora: lo terrible de la muerte. "El mundo es sólamente lo que percibimos de él" (repito), y si es así entonces con la muerte deviene el fin del mundo.
    Cuando yo muera el mundo entero lo hará. Esa terrible idea fue la que giraba en mi inconsciente durante los colectivos de vuelta a casa, y que sólo pude descubrir hace un par de días (10 años después, quizás, de haberla intuído).
    Toda esta vacilación demuestra lo holgazán que puede ser una razón humana (especialmente la de quien escribe). Después de todo, estoy terminando una idea que empecé hace 10 años, y que no ocupa más de 3 párrafos.
   

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