lunes, 22 de febrero de 2016

Problemas del colectivo

      Él está sentado en el último asiento del colectivo. En la parada de Scalabrini y Cabrera se sube ella que pide al colectivero el boleto hasta Facultad de Derecho y se posa en las barandas para discapacitados. La mira, distrae su mirada por la ventana y la vuelve a mirar. Desvía la mirada nuevamente intentando esquivar el contacto visual. Pensar y mirar, es lo único que hace y lo hace sin parar. Su cabeza es un torno con sus vueltas y ruidos.

     Sol Do y una nueva canción. Adentro. Se levanta del asiento, camina hacia donde esta ella y empieza a hablar sin freno: "Sos un problema. Desde que te subiste al bondi sos un problema. Uno hace su viaje de todos los días (o no), uno esta en su zona de confort y de golpe se sube un problema. Te subís y entonces mi cabeza arranca: "¿Le hablo o no le hablo? ¿Qué le digo? ¿Y si me rechaza? Mi orgullo, mi autoestima. ¿Y si no le hablo y mañana ya me olvido de esa mina que se subió al bondi cuando iba a visitar a mi vieja y así chau problema? ¿Y si no le hablo y me pierdo de algo importante, básicamente de vos? Ademas... ¿y si no te puedo olvidar después? Ya está, le hablo, problema solucionado. Pero esperá, no termina ahí, ahora ¿qué le digo? Y la cabeza de nuevo arranca: "Si le digo tal cosa quedo como un nabo (¿no es siempre así cuando se encara a una mina?), si le digo tal otra quedo como un loco, si te digo otra boludez va a ser lo mismo que cualquier otra persona." Resuelvo entonces que te voy a decir algo original, que no te persigas y a la vez sencillo, bajo perfil. Hasta ahora entonces, te subiste al bondi sin decir nada y ya fuiste dos problemas para mi. ¿Te das cuenta, no? Obviamente la cosa sigue. El rechazo o la aceptación. Tengo que tener una reacción pensada para cualquier ocasión. Si me rechazas me destruís, quedo mal parado frente a toda la gente del colectivo y claramente la opción más lógica sería bajarme y seguir caminando a lo de mi vieja como para despejar de paso. Esta opción hace que me replantee mínimo tres veces más el primer problema. Tenemos un problema más que lleva a repetir el primer problema encima. Tres problemas sos y eso que me cuento sólo a mí. Quizás para algún otro del bondi también generes algún problema y seguís sumando y sumando. Por otra parte, si me aceptas voy a estar más contento pero tengo que seguir la conversación. Tengo que prometer que sea fluida, que siga interesándote, hacerte reír o al menos pensar, lo cual, provoca otro problema porque implica cierto esfuerzo y talento. Al principio la conversación sería más rígida y dura, pero después, entrando en confianza, sería todo más fácil y daría gusto pero surge otro problema. A esa altura de la conversación probablemente alguno de los dos tenga que bajarse porque llegó a su parada. Decisión, nueva decisión. ¿Me bajo o me hago el boludo unas paradas más para seguir hablando? Y si te bajás vos, ¿me bajo y te acompaño caminando por más que quede lejos de donde tengo que ir? ¿Me bajo en lo de mi vieja y te dejo bajar sola para no ser tan obvio? Cuando decido eso, que claramente, y por más que lo medite mucho, lo decidiría en el momento, llega la despedida. Otro problema más y seguís sumando. A todo esto, se subió más gente y sos problemas nuevos para esa gente nueva también así que tenés más porotitos. Volviendo, en la despedida tengo que ver cómo hacer para mantenernos en contacto. ¿Tengo que pasarte mi celular o vos me pasas el tuyo? Si te paso el mío el poder lo tendrías vos y probablemente no me escribas. Si me pasas el tuyo me pongo nervioso para teclear y ademas no quiero que nadie escuche tu número más que yo. Siempre hay probabilidades de que pifie algún número, de que mientas o escuche mal. De poder superar esos problema a la hora de anotar tu celular (y eso que no hable del momento en que te lo pediría, más problemas) queda el momento de empezar a hablarte. ¿Mensaje? ¿Whatsapp? ¿Llamar? ¿Con qué excusa? ¿Qué digo? ¿A qué hora te hablo? Igual prefiero ni hablar de eso porque eso lo haría estando en mi casa y ahora estamos en este colectivo. Como ves, sos miles de problemas para mí, pero eso es lo que quiero: problemas. Cuando subiste al bondi y te vi, supe que eras un problema pero que valía la pena, que había que superar. Que aburrida sería la vida sin problemas, sin obstaculos. Soy Federico, ¿cómo te llamás vos?"

     La chica tocó el timbre rápidamente y se bajó sin voltear nunca su mirada del frente, hace 15 minutos. Él nunca dejó de pensar e imaginar. Nunca se paró aunque le hubiese encantado. Nunca dijo nada. Nunca enfrentó un problema. La gente se divide entre los que elijen vivir y los que se dejan vivir por la vida. Los que viven y los que en realidad lo único que hacen es morir día a día.

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