hasta el acantilado de tu cuerpo
y sonríe el viento en mis manos
que siente las caricias blancas.
De espaldas y culos al mundo
se cruzan nuestras sonrisas;
se cruzan nuestras sonrisas;
y por una vuelta de sol
somos, juntos, tan eternos como un instante perfecto.
Tu sonrisa, vestida de pájaro,
me invita a volar
y corro levantando los brazos
hasta el aire liviano de tu aliento, de tu alma.
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