Doblo en la esquina y desde la vereda de enfrente levanto la mirada. Está enfrente mio otra vez, como tantas otras veces. Me quedo paralizado, no puedo creer lo que veo. Esa era mi oportunidad pero se va, se está yendo y yo acá parado y no me muevo. Debería correr, ir tras de eso que tanto quiero, pero me quedo como congelado. Sin más remedio y para soportar el frío de la calle y la soledad, me prendo un pucho mientras pienso: "La puta madre colectivo de mierrrrda" y cruzo para hacer la fila y esperar al próximo.
viernes, 14 de junio de 2013
viernes, 24 de mayo de 2013
Opuestos
Por más que nos guste la paz, a veces es
buena la guerra. Que nos bombardeen un poco, que nos muevan, tener que
movernos, sentir que hay algo que perder. Es que es
la ausencia la que nos hace conocer lo presente, como el pez en el agua. También resulta que no escuchamos nada y empezamos a dudar
de nuestra sordera, de que el mundo esta muerto, de que estamos solos y
entonces ese ruido, un ruido que nos salva y todo vuelve a estar vivo. Ese
ruido que nos dice que todo está mal porque es muy fuerte, porque es un grito o
una alarma, y no nos gusta y nos hace mal, pero nos dice que todo esta vivo y que escuchamos… aunque sea lo peor, escuchamos. Así
también el puño de un amigo nos dice que todo está bien, que seguimos vivos,
que no somos quietud en el otro, que somos movimiento (de un puño por lo menos)
en su corazón. Quizás prefiramos un juego para correr, una linda canción o un
abrazo pero lo opuesto nos hace sentir y al fin y al cabo volvemos a sonreír. Se sonríe y
después de todo se llega a aprender qué es lo vivo, porque en la guerra,
en el ruido y en el puño está la vida disfrazada de opuesto. Pero que
lástima llegar a eso… llegar a no apreciar la paz, a no apreciar al silencio o
a no apreciar las palabras, a no vivir… simplemente no hace falta; pero si la
hiciera, la solución está en el problema.
viernes, 17 de mayo de 2013
Las palabras de afuera
Está caminando de nuevo. Camina mucho hoy, como
nervioso... algo estará pensando. Yo lo veo desde acá y comentamos con Rodrigo hasta
que después se acerca y entonces nos quedamos callados o quizás hablamos más
que nunca y vivimos sin saberlo. Se sienta y lee. Agarra libros y lee. Lee
libros, pero no vive. No para de leer, y entonces llega ese momento en el que
se pone a escribir, ese odioso momento. Es que con Rodrigo no estamos en
nosotros mismos cuando escribe, ya ni lo vemos ni comentamos de Él. Se pone a
escribir y el mundo pasa a ser otro, uno muy diferente, uno de palabras que
hieren y dan alegría que se termina, de palabras de tristeza y de esperanza que
desilusiona, de palabras de principios que siempre terminan… Y del final se
trata todo. Está pensando en eso. En ese final que ya estaba por llegar y que
sin embargo con Rodrigo no comentábamos (o lo hacíamos sin saberlo). Nosotros
nos movemos, hablamos, vivimos mientras Él escribe esos rumores, esos
conflictos y esos problemas que ni Él conoce, que Él nunca vivió realmente. Con
Rodrigo seguimos con nuestras vidas y seguimos riéndonos y amándonos juntos. Me
acompaña a la peluquería, vamos a bailar juntos, visitamos a nuestras familias
y también tenemos nuestros conflictos y problemas. Ahí se levanta y se
va a conseguir algo para comer, la ansiedad lo domina con este final que piensa
tanto. Yo no entiendo por qué es que hace esto todo el tiempo. No llego a
entender nunca por qué nos lastima de esta forma a Rodrigo y a mí. No entiendo
por qué tantas palabras y palabras y por qué ese punto final. Rodrigo piensa
igual que yo. Sin embargo, lo dejamos ser y ahí está el error. Nosotros tenemos
que ser el cambio en Él y no Él en nosotros. Se lo propuse a Rodrigo, pero
siempre fue más desprendido y me dice que no le de bola … No soporto más vernos
a nosotros así gracias a Él. Las palabras no nos van a separar, eso seguro y con Rodrigo vamos a elegir
nuestro final… Y Él que se vaya a cagar.
PD: La novela de Él nunca llegó a un punto
final y fue abandonada, y Rosario y Rodrigo sobrevivieron a las palabras y viven
como quieren en ese libro.
miércoles, 1 de mayo de 2013
Instantes
Es un segundo. Ni siquiera es un segundo, no lo puedo medir. Es menos de un segundo; es eso que llaman un instante, y todo cambia. Entonces "hola" es más un "adiós" secreto. Ese instante y todo es tan plaza muerta por la lluvia. Ese instante y todo es tan diario ya leído, tan perro que no corre, tan gris. Y fue sólo un instante, no hay otra explicación, sólo hay un instante y es que en realidad eso es todo. Pero pasa ese segundo de nuevo y no es plaza viva y soleada, perro moviendo la cola ni risa colorida, porque al revés siempre es más difícil. Siempre cuesta volver atrás y es que en realidad nunca se puede. Y es todo tan lineal y quizás se parece a lo que fue, pero ningún instante nos va a salvar. Quizás un instante y otro instante y otro instante y así y así y reímos al fin, y olvidamos entonces esos segundos en que rápidamente escribíamos sobre instantes y reímos de nuevo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)