viernes, 6 de mayo de 2011

Dos Extremos en el Mismo Bolsillo

     La gente acá es diferente, es rara. Te hablo de la ciudá. Vaya uno a saber que’s lo que les pasa. Pué ser el cemento que le’ enfría el mate ¿Usté sabe Don Fulgencio lo que aquí pasa? Le voy a contar, y aunque se le parezca una mentira de las mía’, es pura verdá lo qui yo li voy a contar. Pasó que caminaba por el gris, usté sabe, y la gente no saludaba, pero eso no le es todo eh, que pasó má’. Naide hablaba,  apena’ alguna vocecita de la’ mala’ escuchaba. Yo no se si será el trabajo, lo’ traje’ eso’ o que carancho, pero la cosa está pa’ trá Fulgencio. Igual, eso no e’ lo pior. La gente di acá no tiene mano. Si, don Fulgencio, como usté lo ha leído, no tiene mano. Así como te lo dije eh, no le’ veo la’ mano’ nunca. Y claro, así están tristones y no saludan, pero vaya uno a saber por qué no tienen esto’ mano’, sólo Diosito sabrá vió. Se tropiezan unos acá y otros acullá, caminan qui parecen correr y nunca le’ he visto yo la’ mano’, Don Fulgencio. Vení, mi hermano, salvame d’estos torpe’ o mijor será que escape’ como laucha por tirante m’ hijo, qui no te saquen la’ mano’ y olvidate de mi, entonce’ sepa amigazo que no le escribiré má’, mi paisano.

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