martes, 22 de marzo de 2016

Panóptico

Te sentás sola en ese café. Tanta gente para elegir, pero te sentás sola. Recorrés historias en las diferentes miradas, en las palabras que apenas oís, en los movimientos de las manos que dibujan estelas. Nadie lo ve, sólo vos, sólo vos sola. Ves lo que no ve nadie porque nadie elige ver. La vida pasa al lado tuyo. Te acaricia los pelitos del brazo con un roce casi imperceptible (para ellos, claro, tan concentrados en vivirlo). Te abstraés y ves la vida pasar en todo lo que te rodea, en todo lo que hay. Tus ojos son cada vez menos tuyos y más del tiempo. Estás casi como en un sueño hasta que tomás ese café de un solo sorbo y volvés a vivir. Ahora dejás de estar observando abstraída. Que único y necesario que fue: poder conocer lo que otros no conocen, poder sentarse sola en un café. Sentarse sòlo por sentarse. Ver por ver. Quizás mañana elijas otra casa de café y la vida te acaricie nuevamente en esas miradas, en esas palabras, en esos movimientos de la mano dibujando estelas que no son tuyas, que son historias.

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